Obra para trabajar con mis alumnos "construcción de personaje", es uná adaptación de algunos monólogos ya existentes y otros inventados por mí. La historia que los une es enteramente escrita por mí. Pónganle un nombre, por favor.
PERSONAJES:
SEBASTIÁN, un mimo.
RODRIGO, un señor muy
anciano.
MATEO, un trabajador de la empresa de tranvías.
SOFÍA, una señora joven.
SANDRA, una chica confundida.
FRANCO, un señor muy
serio.
ALFONSO, un chico con una maleta.
DANIEL, un señor nervioso.
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La luz del escenario se prende y se ven secuencias de gente
esperando. Sonidos de trenes pasando. Podemos observar a un mimo, un señor muy
anciano esperando, un trabajador de la empresa de tranvías, una señora joven, una
chica que camina por todos lados confundida, un señor muy serio, un chico con
una maleta, un señor nervioso.
APAGÓN
Se escucha la voz de una señorita por el altoparlante
diciendo: “Señores pasajeros, los
siguientes trenes de la noche han sido detenidos por tiempo indefinido. Rogamos
que mantengan el orden en la sala de espera y en cualquier momento se reanudará
el itinerario habitual…” La voz se
va perdiendo.
MARCO: Les voy a
contar algo. Tal vez ya lo sepan, salió en los periódicos. Cuando estuve en
Lima se me perdió un reloj. Era un regalo de mi madre y me sentí muy mal. Un
montón de gente trató de ayudarme. Me hacían preguntas: “¿cuándo fue la última vez que lo llevabas puesto?” Y yo no tenía ni idea. Así que dije,
porque creí que podía ser cierto, que lo tenía al subir al tren del que
acabábamos de bajar y que estaba a punto de partir de vuelta con nuevos
pasajeros.
MATEO: Señores
pasajeros, por favor tomen asiento, en cualquier momento el tren partirá, pero
yo no puedo decirles con exactitud cuándo. (A Sandra) Señorita, por acá por
favor.
DANIEL: (saca una
foto de su bolsillo) ¿ves, Lorena? Por algo pasan las cosas, quizá aún no es
momento de salir con otra mujer. Buscarla. Intentar enamorarla, decirle frases
ridículas. Empezar el juego de nuevo. Llamarla por teléfono. Sacarla a pasear,
a bailar, para al final comprender que no podría ser como tú, que no eres tú, ¿comprendes
por qué sería absurdo? Te amaría a ti en ella y al final, ella se daría cuenta
y yo me moriría de desesperación por haberme estado engañando. Cuando vivías me
pregunté más de una vez si te amaba, si no era un poco aburrido lo de aquello
de estar siempre juntos, decirnos siempre las mismas cosas. La vida diaria
resta muchas impresiones. Yo ya no estoy para detener el tiempo, no otra vez.
Tenías tú razón cuando hablabas de renovarnos. A mí entonces, me parecía una
excentricidad, y mira lo que ahora estoy… sí, sí, ya sé, no estoy seguro, ya
quedé con la señorita, pero por algo aún el tren no ha partido, ¿no? El hombre
no es un animal de costumbres por mucho que lo digan, y empezar otra relación
continua resultaría monótono y fastidioso, pero al final esto es lo más bello
quizás que quede en mi vida: verse a diario, comer juntos, conocerse tan bien,
tener hijos… No lo sé, te extraño.
Tránsito de personajes, los pasajeros siguen esperando.
Sandra se detiene junto al mimo, lo ve, se ríe y le da una moneda. El mimo
sigue haciéndola reír, ve la hora y se dirige al teléfono público. No se
escucha lo que dice hasta el final.
SEBASTIAN: ¡No,
Rosario!, ¡No me cuelgues!, ¡Espera a que llegue! ¡Rosario! ¡ROSARIO! (al
público) Hay momentos en los que realmente uno no tiene tiempo de hacer bromas,
no es que uno no quiera, pero no tiene tiempo. Para ser gracioso realmente no
hay que tener nada más que hacer. Así sí es fácil, permítanme que me ría, ¡es
fácil! Cuando uno está solo, SOLO, es fácil ser gracioso, pero cuando tienes
que ocuparte de alguien, una mujer, que contradice todo lo que dices, que no
entiende que trabajas 16 horas al día, que te conoce de memoria, que no se ríe
cuando le cuentas el último chiste, ¡ES DIFÍCIL, ES MUY DIFÍCIL! Es fácil tener
humor con gente que no conoces. Odio los que hacen reír a mi mujer. Bueno, yo
tampoco noto sus bromas. Quizá debería aprovechar que el tren no partirá para
ir a verla un rato. Quizá no.
Pasa Sandra, desubicada, con un mapa preguntándoles a todos
por direcciones. El mimo sigue su trabajo. Todos se impacientan, Mateo intenta
calmarlos.
MATEO: Señores,
por favor. Señores, yo sólo sigo instrucciones, ¡SEÑORES! (al público) La
primera vez que conseguí un trabajo fue tan sorprendente. Fue en una estación
de bus. Estaba tan feliz sólo sellando papeles que ni hablaba con los otros.
Fueron dos largos años en los que me pregunté por qué había tomado ese camino.
Recién había terminado la universidad, había estudiado administración. Bah,
eso. Yo quería manejar trenes. Supuse que con los buses empezaría. Recuerdo que
nunca me dejaron manejar uno. Creía que estaba siendo guiado por mi destino
hasta llegar a algo grande. Recuerdo que reía y suponía que era más fácil que
uno mismo no sea el responsable de las decisiones que uno toma. Al menos ahora
ya no sello. Este trabajo me lo consiguió un primo lejano. Tenía miedo de no
volver a ver un solo tren de cerca. Como administrador, claro. Me parecía que
vendría algo mejor, por eso era tan intenso eso de dejarse llevar. Ahora no sé.
(a todos) ¡SEÑORES, CALMA!
El chico con la mochila se acerca al anciano que no reclama
y se está quedando dormido. Lo intenta despertar, pero no sabe cómo. Se queda a
su lado y lanza una moneda, como si lo que va a hacer dependiese de eso. El
anciano se despierta.
RODRIGO: Ustedes
los jóvenes mucho se complican, deberían relajarse. A ver, déjame adivinar, ¿una
chica? ¿te gusta? ¿se lo has dicho? Primero deberían saber si se gustarán a sí
mismos. Mira, si uno suprime todas las horas inútiles, todas las horas que uno
pasa lavándose, comiendo, tomando, haciendo mandados, preparando la comida,
poniendo la mesa, mirando la tele, trabajando, yendo a trabajar, volviendo,
andando por la calle, entre dos carreteras, dos trenes, dos apartamentos,
durmiendo, ¿qué nos queda? Entonces me lavo cada vez menos, no pongo la mesa
nunca más, como directo de la lata que encuentro por el camino, al volver a
casa. No preveo nada más, no trabajo más, no tengo más tele, me siento a
esperar y cuanto más adelgazo, más dejo de mantener este cuerpo que me pesa
cada vez más. En algún lado me reencuentro. Y espero.
De nuevo todos se calman y vuelven a lo suyo. Sandra
mantiene un ritmo más acelerado a comparación del resto.
SANDRA: Me propuso
que nos fuéramos juntos. Marcharnos para siempre de ese pueblo de casitas bajas
y miradas estrechas. Decía que estábamos destinados para otra cosa. Tengo
veinte años. ¡Queríamos ser poetas! Había que dar el gran salto, esperaba tanto
por ese momento. Fue a media noche, llovía, él me esperaba allí. Habíamos
decidido dejarlo todo. Partiríamos sin nada. El viaje del amor, al fin, sería
posible. Juntos nos enfrentaríamos al mundo. ¿Dónde estoy?
Se escucha la voz del altoparlante: “Señores pasajeros de
nuevo les pedimos disculpas por la demora y sentimos que…” (la voz se va
perdiendo)
FRANCO: (al
teléfono) Sí mamá, es sólo una pequeña falla supongo. No, no hay… ya no hay
terroristas. Sí, la luz está bien. No, yo estoy tranquilo. Muy tranquilo. Ya,
yo te aviso. Sí, tranquilo, ¡TRANQUILO! (cuelga) Tranquilo. Sólo vaciar la
cabeza, como cuando se va al cine, canchita gigante y chocolates. Sólo vaciar
la cabeza de una buena vez por todas, dejarse llevar hasta el final. Dejar
correr toda esta inseguridad, vaciarla, sin separar, sobre todo sin separar la
paja del buen grano. Abandonarse al olvido, obligarse al olvido, al olvido
total, poner la cabeza en las nubes, olvidar que me llamo fulano, nací en…, el…,
las personas que queremos, mamá. Por dios, debería ser fácil. Llevo más de 5
años haciéndoles terapia a otros, debería serlo. ¡¿A QUÉ HORA PIENSA PARTIR
ESTE TREN?!
Alfonso al otro lado de la sala.
ALFONSO:
(lanzando la moneda) Cara voy, sello me quedo. ¡CARA! Ya, dos de tres. (lanza
la moneda y rueda lejos, al público) Al principio cuando me llamó, quise
negarme. Pero después sentí que era una salida. Entendí. Está mal, necesita mi
ayuda. Soy su amigo, pensé. No… miento. Me pregunté: ¿soy su amigo…, lo soy?
Sí. Me contesté que sí. Tengo que hacerlo, decía todo el tiempo mientras tomaba
su lugar. Es lícito que me lo haya pedido a mí. Le llevo algo (saca un peluche
enorme de la mochila), es pequeñito, para animarla. Espero que eso la anime. Soy
su amigo, ¿no? Su amigo.
En algún momento Marco ha llegado junto a Sofía. Está
asustado, mira el libro de Sofía, invade su espacio sin querer.
SOFÍA: ¿Usted
también me quiere poner nerviosa? ¿Como él?
¿Él lo mandó acaso? Sí, él me pone nerviosa. Posa sus ojos sobre mí, como
quemaduras de cigarro. Lee dentro de ellos, dentro de mi cabeza. Me atraviesa,
lee adentro, allá adentro, en mi cabeza. Perfora. Entonces, después, no tiene
que asombrarse si me duele la cabeza, acá, entre los huesos de la cara. Soy la
campeona de la sinusitis, la conjuntivitis, las legañas en el ángulo del ojo
como los gatitos cuando nacen. Y sí, tengo la barriga toda podrida, me hincho,
me carcomo las uñas y… los sesos. Lloro por nada, me olvido de todo en mi cabeza
hueca como dice él. Pero te digo algo, la cabeza hueca está llena de listas de
mandados por hacer, llena de planchados, llena de toallas, llena de colonias,
de esponjas y de desodorantes para el baño, con un zumbido de aspiradora que la
marea. Tendríamos que compartir las tareas, ¡yo la bañera, él la alfombra! ¡Yo
me voy y él se queda! Yo creía, cuando era chica, que mirando el sol durante
horas mis ojos se volverían azules.
MARCO: ¡PERDÓN!
No sé dónde dejé el reloj, no fue en ningún tren.
Todos lo miran, se miran y se sientan. Están demasiado
ocupados con sus problemas internos como para notar alguna otra presencia.
MARCO: (al
público) Habían paralizado todo por mi culpa. Salió en los periódicos: Tonto
del tren pierde valioso recuerdo familiar. El gerente me pidió que me
disculpara en público, penoso. Y todo esto porque yo no pude ser lo
suficientemente honesto como para decir que no me acordaba. Pude haberles evitado
todo ese problema, ¿comprenden?.
Se van parando uno por uno y se ponen en línea frente al
público.
DANIEL: Siempre
es bueno que algo cambie…
SEBASTIAN: Puedo
hacerte reír como la primera vez…
MATEO: Podría
decidir ahora…
RODRIGO: Sólo
conocerse…
SANDRA: Volver a
casa…
FRANCO: Todo
estará bien…
ALFONSO: Soy su
amigo…
SOFÍA: Lejos de
él, mejor…
MARCO: Perdón…
TODOS: Detener el
tiempo, para mí. Pensar, en mí.
FIN