viernes, 8 de enero de 2010

ocho lunas


Han pasado ocho lunas desde que comenzó el año. Hubiese querido decir ocho soles pero al parecer el sol decidió armar tal juerga en año nuevo que aún sigue con la resaca. Tanto así que hoy nos vomitó la lluvia. Sí, nos vomitó. No esperen que me refiera a las cosas naturales con menor naturalidad.

En fin, han pasado ocho lunas, ocho lunas que disfrute con muchas eventualidades. No necesito explicarlas con mucho detalle, pero fueron inexplicablemente encantadoras e inesperadas:


Una luna y descubro compañía junto a la Asociación de Desordenados Anónimos


Con dos lunas decido comer bien


A las tres lunas recupero sueño perdido


Ya van cuatro lunas y regreso al buen karma


En la quinta luna encontre más de lo que busqué


Iban seis lunas y los reyes llegaron


Una más, eran siete lunas y sonreí mucho más


Ocho lunas y pintando mandalas me permití soñar



Ya se acaba el día y espero que el sol recupere la conciencia para que acompañe a las siguientes lunas del año. Mañana será la novena luna y para la décima espero sorpresas.


Sé que llegarán.

martes, 5 de enero de 2010

Donde el diablo perdió el poncho


Me gustan mis días, los disfruto sin chistar pero aunque sea uno de ellos quisiera salir de la realidad.
Quisiera escapar lejos, muy lejos. Donde pueda gritar sin que el vecino reclame, donde pueda pintar las paredes de mi casa de naranja electrico si se me da la gana y colgar de ellos cuadros al revés. Un lugar donde vuelva a conversar con la mamama y me pase el tiempo escuchando sus historias repetidas a las que agregaba algo más cada vez. Pasar el tiempo con ella mientras me arregla algo que rompí o viendo los canales de las manualidades que nunca llegamos a hacer. La extraño, asi como también extraño llorar porque sí. Extraño los días en que no había nada que hacer porque en el colegio la unica tarea que me dejaban era pintar. Quiero ir a ese lugar lejano a pintar con las manos y los pies. A comer chocolate manchandome desde el pulgar hasta el meñique. Comer helado de todos los sabores y en cantidades inimaginables solo porque me gusta y acompañarlo de más helado solo porque así lo decido yo. Espero que en ese lugar este permitido reir, reirse de uno mismo, de la risa. Así también espero que no este prohibido tener miedo o al menos espero que en un lugar tan lejos no me den miedo las cosas que acá si. Espero que allá no me den miedo los petardos de año nuevo, ni subirme a los zancos, ni la oscuridad. Sí, aun le temo a la oscuridad, por eso trato de ser una luz cuando las cosas se ponen oscuras. Y así como le temo a la oscuridad, también tengo miedo de defraudar a las personas, de decepcionarlas. En ese lugar espero que las personas se respeten. Respeten si a alguien se le ocurre andar de cabeza, respetar que me guste hablar del pasado, del futuro o de mi día. Y que despues de divertirme en juegos que no son de mi edad y haber comido algodon dulce y marshmellows hasta que me duela la panza, llegue alguien y me pregunte que tal estuvo mi día, así no tenga mucho interés, sólo por el hecho de hacerme sentir bien. Un lugar en donde sentirme bien. Me siento bien en este mundo, en este país, en esta casa, en la silla donde estoy sentada escribendo esto. Sólo que me gustan los cambios y las mejoras. Siempre sé que podemos mejorar, crecer de alma y dejar cadaveres de los malos momentos, esos que ya fueron usados. No vale la pena recoger basura si no es para reciclar. Reciclemos el corazón para que no se nos caiga a pedazos con cada decepción, reciclemos las lagrimas para no acabar ahogandonos en ellas y reciclemos las risas para que no nos falten nunca. Pero sobre todo reciclemos las ganas de imaginar, imaginar que podemos viajar a estos lugares lejanos a nuestra realidad y sin embargo tan cerca. A sólo un cerrar de ojos de distancia. Ahí lejos, dónde el diablo perdió el poncho y donde seamos capaces de perder las ganas de rendirse.